Las cinco estrellas de generalísimo están impresas por todos lados en el señorial Castillo del Cerro, una majestuosa edificación construida exclusivamente para el dictador Rafael Leonidas Trujillo y su familia, en 1949, pero que al final fue rechazada a rajatabla por el entonces reverenciado y temible sátrapa dominicano.
Al Jefe no le gustó el inmueble de 5 niveles, con la fachada similar a la proa de un buque, decorado en áreas del primer nivel como una réplica de salones del Palacio Nacional, porque algunos de sus acólitos le susurraron que esto parece una casa de locos y, además, por el constructor haber sido detractado en el Foro Público.
Fue construido por el mayor del Ejército Henry Jean Gazón Bona, un ingeniero-arquitecto autodidacta de origen francés que erigió gran parte de las edificaciones de la época. Los recursos fueron aportados por el Partido Dominicano y el terreno escogido por Virgilio Álvarez Pina y Benjamín Uribe Macías.
Por suerte, y para conservar la memoria histórica, el imponente inmueble es manejado por la Procuraduría General de la República, donde tiene instalado el Centro de Formación de Agentes de Vigilancia y Tratamiento Penitenciario, adscrito a la Escuela Nacional Penitenciaria. Mediante decreto fue traspasado a la Procuraduría para ser reparado.
Fue reinaugurado el 14 de febrero de 2006, comenta Rafael Rivera, encargado de la Biblioteca Hermanas Mirabal, nombrada así en memoria de Patria, María Teresa y Minerva. Con su estructura de hormigón, el Castillo consta de 5 niveles y sus habitaciones-salones están decorados al estilo barroco, pero con una excesiva carga de elementos y figuras, algunas evocando la mitología universal. Cada nivel tiene una decoración distinta, algunos con exótico mármol rosado y verde, especialmente traído de Italia.
La actual decoración es original, sus escaleras de granito, su piso de mármol de carrara y sus puertas de caoba, los componentes de sus 18 baños y el mobiliario de la capilla son originales. En la sala para ritos católicos, en el segundo nivel, se conservan intactos el sagrario y el confesionario y los bancos. Lo único no original son dos cuadros de la Virgen de las Mercedes y del papa Juan Pablo Segundo.
Hay también allí detalles que ponen de relieve los vínculos del Jefe con la masonería. Tiene salones diversos, entre ellos para fumadores, para bailes con orquesta, además de la suite del Jefe y habitaciones para María Martínez, Rafael Leonidas, apodado Ranfis, Radhamés y María de los Ángeles del Sagrado Corazón de Jesús, alias Angelita. En memoria de los mártires El inmueble tiene un espacio que sirve de museo para recordar las tropelías de los sicarios del régimen. Se exhiben desgarradoras fotografías de la cárcel de La 40 y de los mártires, del lugar donde fueron asesinadas las hermanas Mirabal, en 1960, camino a Puerto Plata, y de su velatorio en su casa, en Salcedo.
También hay una réplica de la silla eléctrica utilizada para martirizar a los presos, entre ellos los miembros de la Raza Inmortal que vinieron al país en junio de 1959. Se exhiben las camas del dictador y su familia, muebles de la Casa de Caoba, a la que sí iba Trujillo para sus vacacionales y orgías, en ocasiones acompañado de su séquito y en otras sólo para juntarse con jovencitas escogidas por sus colaboradores.
Fuentes: El Día.
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